Reconozco que, cuando me decidí por los estudios de Derecho, fue en gran parte porque tenía una gran herida de la justicia y consideraba que el mundo era un lugar muy injusto. Sentía que, con las leyes en la mano, podría paliar parte de ese desequilibrio.
Cuando escuché por primera vez el concepto de «derecho sistémico», me pareció una contradicción. En derecho, se litiga, o sea, se pelea, se juzga, se lucha en contra del oponente, algunas veces de forma encarnizada y cruel. Y en sistémica, se armoniza, se trabaja desde la concordia, la comprensión, el amor, el corazón y la ausencia de juicios. ¿Cómo se entiende que puedan conjugarse ambos si no es en una especie de juegos malabares o de pura magia?
Magia es lo que parecen los resultados obtenidos aplicando la filosofía de las constelaciones familiares al derecho. Y es lo que te voy a contar porque quiero que un concepto novedoso, pero sobre todo tan útil como este, llegue al mayor número de personas posibles.
«Este libro marca la posibilidad de compartir la experiencia con el derecho sistémico, difundiendo conocimientos inspiradores y capaces de impulsar al lector en la búsqueda de un nuevo nivel de eficacia y comprensión en la práctica de la resolución de conflictos.» Sami Storch