HISTORIA DE BAIDES (Guadalajara), LA VILLA DE LOS ESTÚÑIGA
Envueltos en polvo y solina penetramos en Baides. Mi primera desilusión me la proporciona el saber que, debido a la emigración ya no tiene médico propio y que ha pasado a ser anejo de Matillas.
Por supuesto, no pretendo que nadie se acuerde de mí, ni siquiera de mi padre. Para localizar la casa donde naciera solo poseo un dato: que estaba al entrar en el pueblo por el paseo de la Estación, y que pertenecía al tio Guindón.
¡Menos mal!, me la señalan y me aproximo a ella. Es justamente como me la imaginé siempre, basándome para ello en los detalles recogidos en las conversaciones de mis padres: humilde, pueblerina, conmovedora. Tal vez más deteriorada y mezquina ahora que entonces. Pero ese caminillo arbolado que lleva a la estación… ¡Cuántas veces lo he visto a ciegas en mis esfuerzos por representármelo! Por él venía todos los anocheceres mi padre después de haber visto pasar el tren, y desde él vería a mi madre en la ventana, esperándole…
Ángel María de Lera
Envueltos en polvo y solina penetramos en Baides. Mi primera desilusión me la proporciona el saber que, debido a la emigración ya no tiene médico propio y que ha pasado a ser anejo de Matillas.
Por supuesto, no pretendo que nadie se acuerde de mí, ni siquiera de mi padre. Para localizar la casa donde naciera solo poseo un dato: que estaba al entrar en el pueblo por el paseo de la Estación, y que pertenecía al tio Guindón.
¡Menos mal!, me la señalan y me aproximo a ella. Es justamente como me la imaginé siempre, basándome para ello en los detalles recogidos en las conversaciones de mis padres: humilde, pueblerina, conmovedora. Tal vez más deteriorada y mezquina ahora que entonces. Pero ese caminillo arbolado que lleva a la estación… ¡Cuántas veces lo he visto a ciegas en mis esfuerzos por representármelo! Por él venía todos los anocheceres mi padre después de haber visto pasar el tren, y desde él vería a mi madre en la ventana, esperándole…
Ángel María de Lera